jueves, 31 de diciembre de 2009

GEOGRAFIA

Perdí el rumbo. Extraviada en un laberinto sin retorno, laberinto estrecho, sofocante. Perdida, en una oscuridad brillante, acostumbrada, resignada. Me limito a escuchar los latidos de mi corazòn, aún perceptibles, aún aliento de vida emana de mis adentros. Entreabro mis pàrpados cansados, observo, trato de converger para lograr una imagen nítida de un cuerpo aún vivo, no muerto. Comienzo a recorrer mis texturas, este envoltorio que se renueva microscópicamente, pero que pareciera el mismo de siempre, inalterable. Mis lunares, mis cicatrices, me recuerdan que alguna vez vivì, que algunas vez sentì desde las entrañas. Recorro mis surcos, mis profundidades, mis pliegues, buscando algún escondite no explorado, alguna playa sin huellas, algun sendero solitario, una meseta no caminada. Me abrazo, observo mis dedos mientras rozan mis bordes, acantilados y socavones.

Respiro. Un gemido sumergido que emerge cual gèiser, explotando, erupcionando, emanando desde vertientes de deseos inconclusos, no confesados, esos y aquellos los no confesados, los tristes, los avergozados. Mis miedos, esos que me atormentan, que se burlan desde mis silenciosas y hùmedas cavernas.

Navegando sin mi portulano caòtico, divagando, recorriendo sin brùjula alguna, aterrorizada al no enocntrar mi rosa de los vientos, aquel càliz de vientos internos de desasosiego, de trèmulas carnes que palpitan de recuerdos mohecidos.

Respiro. Un inesperado encuentro con mi tròpico, cálido y húmedo. Acaricio mi vientre, sintiendo la tersura de su superficie. Mis manos gélidas se precipitan cual lluvias estivales, refrescando mi respiración entrecortada. Cada suspiro, un recuerdo. Cada imagen, un monzón destructivo, que inunda mi alma. Un torbellino que arranca mis cicatrices y cual aluvión mis lágrimas destruyen mi serenidad aparente.

Respiro. Las lágrimas nunca acaban, menos en noches de verano.


viernes, 25 de diciembre de 2009

NOCHES

Hace años que mis sueños se hicieron esquivos, aquellos que llegaban sigilosos a travès del movimiento de mi ojos enceguecidos por el cansacio y el hastìo. Ahora me rehuyen, ahora la eterna vigilia se apoderó de mis ojos, sueño despierta.

Cuando era niña, fantaseaba antes de dormir, era mi estrategia para confundir la realidad y la fantasía, que me transportaba al mundo onírico. Hoy, ni los fármacos pueden ayudar, a evocar esos umbrales, esos límites difusos. Hoy el sueño me toma de improviso, pero me rehuye, me odia, me fastidia.

AL dormir, siento que caigo, que aceleradamente me precipito a tierra. Una y otra vez despierto aterrada, cansada, adolorida. Con frecuencia, no sé donde estoy, requiero de tiempo adicional para reconocer el paisaje, el entorno. Y al despertar, la angustia, otro día más, y comienzo a buscar las fuerzas, extraviadas en las sábanas, perdidas bajo la alfombra, ahogadas en la almohada. Las fuerzas para enfrentar esta existencia obligada, esta vivencia basada en la inercia. Las escasas oportunidades en que he buscado un pretexto para cambiar, ha sido más doloroso que la misma rutina, más lacerante que la monotonía que carcome mis voluntades, mis motivaciones.

Le temo a la oscuridad. Antes dormía con alguna luz encendida, hoy me obligo a apagarla, solo para sentirme acompañada por sombras en las tinieblas, por recuerdos con detalles luminosos.

Mi cadalso es mi memoria. Mi tortura es mi imaginación. Mi verdugo, tu recuerdo.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Presunta Desgracia


La Verdad se ha perdido. Se ha transformado tanto y tantas veces que no sé cuál es su definición, identidad ni paradero actual.

La última vez que la vi se mostraba lozana, juvenil, ataviada de vaporosas y traslúcidas enaguas. Se veía radiante y feliz. Sus poros emanaban sinceridad; su perfume era la coherencia interna. Su sonrisa destilaba honestidad. Se veía lozana, saludable y sonrojada por la luz del sol. Se veía feliz.

La Verdad otrora cariñosa, dispuesta, cordial, servicial y de buen ánimo. La Verdad amiga, compañera, cómplice, hermana y amante. Hoy le perdí el rastro. Sucumbió a la porfía; a los asesinos y aduladores; a los celadores, a la venganza. Se corrompió de estafas y sobornos con guiños de ojos malévolos. Se embriagó de amores mentirosos, lascivos y superficiales; de amores de una noche y con amnesia matutina.

La Verdad camina errática, adúltera, miedosa. Ya no ríe, su carcajada suena hueca, escandalosa y asusta a cualquiera. Su mirada está vacía, extraviada y vacilante. La Verdad yace desnuda, acurrucada en sábanas sucias de motel barato y maloliente.

La Verdad no me reconoce, me observa con las pupilas dilatadas y el rostro desencajado, parece haber olvidado mi nombre, parece haberme olvidado.

La Verdad bebe de la misma copa con la Venganza, se emborracha y baila un compás alocado con la Maldad, juntas visitaron la Locura y a la Lujuria, y se olvidaron de todos en el carnaval de miserias. La Verdad llora, pero escondida, en cuclillas, sin ser oída, para no ser menospreciada ni compadecida.

La Verdad está perdida; extraviada; tal vez, secuestrada; amordazada para silenciarla; mutiladas sus extremidades; torturada de espantos e Inquisición; vejada en su castidad.

La Verdad se ha marchado, exiliada, desterrada. La Verdad enfrenta la desgracia, la presunta desgracia.

La Verdad está enferma, alcoholizada, drogada, timada, hurtada.

La Verdad se encuentra recluida, esposada, encadenada, privada de libertad, enjuiciada, enfrentado el vituperio, el escarnio. Es apedreada, sus ropas rasgadas y escupidas. La Verdad burlada, la Verdad alicaída, pusilánime, silenciosa.

Tal vez, no es cierto. Tal vez todo es una farsa. Otra de sus caras, otra de sus estrategias de sobrevivencia. Tal vez goza de buena vida, tal vez se exilió por conveniencia, fue un trato acordado y con suculenta paga. Tal vez se encuentra ataviada de joyas, engordada de festines, manoseada de orgías. Tal vez maquilla su rostro para no demostrar sus grietas, sus secuelas notorias de trasnoches y juergas. Pinta sus labios de carmín y besa con descaro a sus amantes.

Tal vez se encuentra escondida y asustada. No sé dónde se oculta. Sus pistas son extrañas y confusas.

La Verdad manoseada, violada; la Verdad abusada y prostituida.

La Verdad, aquella que fuera inocente, la que fue frágil y vulnerable. Aquella que odian, de la que siempre murmuran, la que nunca aceptan, la que siempre modifican, cercenan, guillotinan, alteran. La que nunca emerge, la que siempre está escondida, clandestina, anónima, bastarda.

La verdad ha muerto, yace su cuerpo junto al mío.