miércoles, 22 de septiembre de 2010

El último intento

He cambiado mi apariencia. Esta mañana mientras cepillaba mis rojizos cabellos trataba de dilucidar en mis ojos la fuerza dormida que alguna vez centellaba desde mis oscuras pupilas. Esta mañana un efímero destello me hizo reaccionar y esbozar una sonrisa cómplice, aún sigues ahí. El resplandor del espejo iluminó un ángulo de mi rostro destacando la profundidad de una mirada adormecida. Ahí estaba ELLA, agazapada, escondida, esperando el momento oportuno para dar el gran brinco y emerger desde las profundidades del recuerdo. Haré caso omiso de aquel descubrimiento fortuito, guiñaré el ojo delator y fingiré que nada ha pasado. Arrastraré otro día más esta sobrevivencia en la que me he obligado a estar, este estado seudo-permanente de contradicciones y angustias sin propósito racional, sólo con el afán, sólo con la porfía de aferrarse, de no dejarse ir de una buena vez, de oponer fútil resistencia.
El día comenzaba, aunque me resistiera. No me esperaría, como nunca lo ha hecho, pasaría por sobre mis espaldas pisoteando mis costillas, como todas las moribundas mañanas, atropellándome, zamarreándome. Ya no me obligaba a despertar, la vigilia me acompañaba antes de su llegada, mis pupilas dilatadas y rutilantes provistas de premonición se anticipaban a lo evidente.
Le estoy dando forma a todo esto. Quiero convertirle en un hijo no-nacido con formas humanas y divinas, deforme de afectos y alimentado de desamor, desnutrido de sinceridad. Será mi engendro concebido en desgracia y parido en soledad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Asignatura reprobada

Ya no hay fuerzas para continuar. Mi entorno gira en forma caótica, imprecisa, ha perdido sus líneas geométricas, ha perdido la coherencia interna, la fluidez. Emerge como un plano no-euclidiano, deformando mi espacio-tiempo, deformando mis propias dimensiones. He colapsado, renuncio a esta espera en estado de inercia, balbuceando enajenada palabras delirantes, ideas sin propósito alguno. Me agoto, empobrezco, envejezco. Mis lágrimas son las únicas que persisten en su movimiento, una tras otra, en una enloquecedora secuencia.

Cómo me perdí en este trayecto? cómo fue que comencé a enloquecer confundiéndome entre el estar, el ir, el pensar, el vivir, el soñar y el sobrevivir. Cómo fue que al hablar de mí comencé a enlazar palabras que te llamaban, te invocaban...? cómo fue que me encarcelé en un pasado atiborrado de tus olores, de tus palabras, de tu imagen?

Cómo deshago este enredo de vida y fantasía? cómo te olvido? cómo hacer para zarpar en un nuevo viaje y disfrutar del paisaje? cuál es el camino que me aleje de tu puerta? de tu ventana?, cómo hacer para caminar por tu calle y olvidar las esquinas, los letreros?

No sé cómo olvidar.
No sé como hacer para que deje de doler este espacio maldito, este vacío que succiona lo poco que va quedando de mí.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Me confieso

Confieso que he robado. Robé tus fotos, y de cuando en vez como un fetiche amado, como un amuleto escondido y sagrado, las observo, las acaricio evocando tu textura, aquella que quedo adosada a mis dedos.

Confieso que en las noches abrazo mi almohada buscando protección, que duermo en posición fetal rozando mis rodillas penitentes con mis mejillas sonrojadas.

Confieso que ...despierto de madrugada, asustada, sobresaltada tras caer de un precipicio, que me pierdo en los laberintos oníricos, tal vez con la secreta esperanza de no regresar. Que a veces no sé donde estoy, que camino dormida buscando agua conuna insaciable sed permanente y sofocante.

Confieso que... me cuesta perdonar, que me cuesta desligarme de las cargas adicionales, que me cuesta olvidar, que atesoro y amontono las vivencias como fragmentos de ayer, clasificados en un estante vetusto y olvidado.

Confieso que ...a veces lloro en silencio, que me emociona un atardecer luminoso, gotas de lluvia en mi ventana, recuerdos de infancia, canciones, momentos insignificantes.

Confieso que...regreso demasiado al ayer, que busco pedazos de antes, de entonces, fósiles de un pasado que solo permanece en mi memoria.

Confieso que a menudo espero milagros, que me resisto a ceder que esto es todo, que hay algo, que siempre queda algo, que es necesario, que es preciso, que es urgente.

Confieso que disfruto de libros apolillados, que leo los pie de páginas, los epílogos y los prólogos, que a veces los coloco bajo mi oreja para escuchar sus historias, por todas las manos que han pasado, los lugares en los que han estado, las rubricas que los han marcado. Que leo casi todo lo que cae en mis manos, poemas, panfletos, decálogos, dedicatorias, fe de erratas, etiquetas, envoltorios, églogas, elegías, apologías, confesiones, recetas, instrucciones, index, etc, etc, etc...y son los etcéteras los más pervertidos y sórdidos.

Confieso que ...abro el refrigerador mil veces y lo cierro asustada.

Confieso que...mis excesos han sido voluntarios y conscientes, solo pretendo acelerar lo inevitable. No hay retroceso, no hay marcha atrás.

Confieso que...no me arrepiento, que cada decisión fue eso, una decisión, que las consecuencias las he asumido, las he sufrido, las he enfrentado.

Confieso que... no sólo perdí mi Fe, perdí mi ansias, mi sonrisa. Extravié mis bocetos, mi astrolabio, mis cartografías, mi sendero. Que perdí esa fuerza a la que recurres en las mañanas, en las noches.

Confieso que... envidio a mi prójimo, que sólo a ella la envidio más que a nadie, sólo a ella.

Confieso que...he pensado en morir, en sumergirme en ese sueño del que no hay regreso, ser bienvenida en el infierno y no retroceder.

Confieso.
Mea culpa.
Mea culpa.