viernes, 2 de marzo de 2012

el último capítulo

Estos días me han entregado un prisma distinto para observar esta realidad que se ha comenzado a escapar de mi voluntad. Hace meses que había perdido el rumbo trazado. Comienzo a redirigir este navío. Si bien, no encontré lo que buscaba, regreso a puerto con una extraña sensación de Paz. No sé si será cansacio, resignación o alguna forma de templanza.
Las cosas fueron, no fueron, o simplemente aprendí a aceptarlas.
En este tiempo, miles de cosas ocurrieron, situaciones, personas, anécdotas, miedos, lágrimas y risas. Mi personaje ha sufrido un intento suicida, dos  asesinatos, dos duelos, tres operaciones. Deambuló por los bordes de un precipicio, bailó con Doña Muerte, se enamoró de un Templario.

Comienza a terminar este blog, este relato en voz alta. Ella ha muerto y la que solia Ser confesó sus pecados. La Misma perdió la razón.

No hay un final feliz, el triste final en cambio fue soñar con él, y querer despertar porque sabía que debía hacerlo.

Los hechos relatos son ficción, nadie vive una vida realmente sincera, todos nos mentimos. Lo terrible es cuando al mentirnos a nosotros mismos, surge el triunvirato.

El Caballero templario nunca regresó. La Misma probablemente lo sigue esperando en el mismo lugar, la misma ventana durante el mes de octubre. Ella fue sincera,  hermosamente sincera y eso acarreó su triste final, enamorada, enferma y romántica, uan Gautier fuera de época, empeñada en sentimientos corrosivos y con una memoria que terminó siendo su tortura. La que solía ser había tramado esta rebelión.

Buscando el rumbo...

No tenía dónde ir. Estoy perdida, ni siquiera me encuentro. La única certeza que poseo es este vacío. Como un adicto rendido regreso a mi refugio, intentado buscar alivio temporal a esta angustia.Escucho un par de canciones de la Piaf e inevitablemente regreso al barrio Lastarria y sus cafés. Regreso a la misma silla y las velas encendidas. Es lo único que me queda, fragmentos de recuerdos con lo que alimento la inanición de mis días y el insomnio de mis noches. Como una compulsión comienzo a recordar y a escribir, y las lágrimas, las infatigables lágrimas.

Me avergüenzo de todo esto. Quisiera volver sobre mis pasos, borrar todo, comenzar otra vez, y aún con ese imposible milagro, tal vez sólo sería para regresar a ese pasado y volver a cometer los mismos errores con la intención de también volver a encontrar la misma desgracia, los mismos poemas, los mismos desaciertos.

Hay momentos en los que mi alicaído orgullo se levanta y me fortalece; sólo lo logra cuando la maldita melancolía me olvida por unos instantes. 

Esta vez las lágrimas fueron reconfortantes, un alivio.
Supongo que eso ayuda. Supongo que tampoco es cierto, pero...