jueves, 24 de enero de 2013

Resignación

Estos días, estos días no son días. Sólo se persiguen unos tras otros en un acelerado tren  sin frenos  arrastrando las semanas, los meses, las horas. Y no puedo hacer mucho. Nada. Impotente, cansada, agotada, moribunda. Quisiera que de una vez pasaran por sobre mí, algo terrible, un estruendo, un tornado violento, un cataclismo. Algo violento y letal, sin misericordia que destroce todo lo que queda de mí. Arrastre un aluvión mis pensamientos, diluya mis horrores y los sumerja en el fondo del mar.
 
Estoy cansada, muy cansada. Todo acabó y no encuentro -ni ya busco- las excusas para seguir viviendo. Me dejé morir, no me salvé, ya no lo intenté. ¿Para qué? ¿para ver morir cada tarde mis esperanzas? ¿para iniciar la monotonía de otro día? ¿para despertar y no querer volver a soñar? ...y soñar y soñar cada noche y saber que es mejor despertar para no asumir lo peor, lo más macabro: la resignación.
 
Comienzo a morir. Lo he decidido.
 
Antes me consolaba acariciar tu recuerdo, era suficiente para estremecerme y saber que una noche todo brilló con colores propios, únicos. Aferrada a un recuerdo, era todo lo que tenía, me conformé a visitarte en mi memoria y repasar en mis mente los diálogos, las palabras. Siempre amé las palabras, más aún cuando alguna vez las escuché cual melodías emergiendo desde tus labios. Amé un hombre desde lejos, desde el silencio. Eso es suficiente. Inspiró mis letras, mis versos, y acompañó mis noches solitarias sumergida en el insomnio y la oscuridad.
 
El olvido me espera, no lo decepcionaré.
 
Camino desnuda a su encuentro, mis cicatrices comienzan a diluirse. No me llevo nada, dejo todo aquí en forma de testimonio. Alguien leerá estas melancolías, alguien se enamorará otra vez de un Caballero Templario, otra bruja buscando absolución, para un alma que nunca encuentra sosiego.
 
Mi última lágrima,no es por ti, es por mí.