lunes, 8 de marzo de 2010

Autopsia

No me arrepiento. Ningún psicópata lo hace, volví al lugar de los hechos, y su cuerpo descomponiéndose yacía rodeado de sus fluídos fosilizados que la decoraban como una corona fúnebre de rosas negras y marchitas. La observaba y me parecía poder decifrar una sonrisa de agradecimiento, la había liberado de su patética condición, la había liberado de ese dolor que desfiguraba su existencia. Cómo se permitió semejante estupidez?. Pese a los días trasncuridos aún sentía ganas incontrolables de agredirla, continuar flagelando su cuerpo con rabia, gritarle, enrostrarle: "Mira lo que has logrado, en la condición a la que has llegado, dónde quedó esa sonrisa resplandeciente? dónde dejaste tu soberbia, tu desplante? dónde abandonaste esos destellos de vida que escurrían desde tus manos? dónde quedó tu voz dulce y melodiosa?". Me arrodillé y solo acaricié sus cabellos que aun cubrían su rostro. Mi mano temblorosa, quería rozar sus mejillas, aun las recordaba sonrojadas, huyendo del sol. Pero terminé empuñándola y golpeando mi pecho, como una silenciosa confesión de mea culpa.

Ella esa noche llegó radiante. Ataviada de un vestido negro como una premonición del duelo que guardaría el triunvirato. Había lavado sus cabellos, emanaban brisas de manzanilla y canela con cada movimiento de su cuello, el que llevaba ataviado de su rosario sacrílego. Su piel acariciada por aceites de oliva y maracujás, sus labios decorados de un rojo profundo emulando frutillas maduras. Sólo su aliento entrecortado, asfixiado de nicotina la delataba. Escondía con escaso disimulo su terror, dentro de su cabeza existía la certeza que Él, no llamaría, no acudiría al encuentro, pero se aferraba a la incertidumbre, al tal vez, al quizás. Pese a todo y sus sospechas recalcitrantes, se había ataviado para él, y eso me enfureció de una manera que me aturdía, ella una vez más, ansiaba esa maldita llamada, para correr a su encuentro. La observé con insistencia, para no perder detalle alguno. Sus gestos, su silueta, sus palabras. Era evidente, había renunciado a nosotras, se había esclavizado a Otro, a él, un canalla. Llevaba semanas hablando de él, pensando en él, suspirando, buscándole, invocándole...y él? ni siquiera la odiaba, la miraba desde lejos....huía de su presencia, de su invasión, le repugnaba todo, se hastiaba de su cuerpo, de sus palabras, de su pasión. Podía haber sido ella, en otro tiempo, cuando ella no tenía cicatrices, sin heridas de guerra, sin condecoraciones, sin ataduras. El no soportaba ser un ladrón entrando a escondidas, urgando a hurtadillas, rondando a oscuras. Ella lo esperó, noche trás noche... El dejó de pensarla, solo decidió olvidarla, borrarla.

Esa noche cuando pronunciara su nombre, en un aranque de ira, clavaría la daga en su pecho, en el surco voluptuoso de sus senos suaves y generosos. Esa noche, arrancaría su corazón y aun palpitando lo arrojaría sobre cal. Rasgaría sus atavíos, quemaría sus manos ansiosas, su piel impregnada de chanel y tabaco, besaría sus labios para arrancar aquel maldito nombre de sus pliegues, para aspirar su alma...Esperé, fingiendo tranquilidad, acogiéndola como una amiga, una hermana, embriagándola con vodka, para que comenzara su relato, para que detallara su memoria.

"Me enamoré de un canalla, sabiendo, pensando que podía entrar a su mundo y salir del mío...Me enamoré de lo que se negaba a ser, de una riqueza escondida, sublime y humana disfrazada de frialdad. Era un cruzado, un caballero solitario en su propia misión, su yelmo y armadura transparentes y brillantes me encandilaron. Me enamoré de sus palabras, de su cabellera azabache acomodada por sus torpes dedos, de su sonrisa breve. Me enamoré de sus fotografías, a las que le agregaba el sonido de sus palabras, sus ideas, el movimiento de su cuerpo. Sólo estuve dos noches junto a él, dos noches en las que pude recorrer sus confines, que pude sitiarlo, conquistarlo, acorralarlo... y abrazarle sabiendo que se marcharía. Lo abracé con todas mis fuerzas, me cubría su brazo sobre su lecho, usando mis piernas me anclaba a su puerto, para no naufragar en la tormeta cuando amaneciera, la tormenta de mis lágrimas al verle partir. Yo me quedaría varada tratando de retener su recuerdo, tratando de disfrutar lo que me daba, su calor, su aroma. Aun lo siento dentro de mí...". Fue entonces cuando sus lágrimas comenzaron a brotar aceleradas y abundantes. Su voz se hizo temblorosa, sus ojos se eclipsaban y los ríos que inundaban sus pupilas arrastraron en un aluvión el maquillaje, se desfiguraba su rostro.

Fue entonces cuando me avalancé. Tal como lo había planeado. Con un alarido demoníaco salté sobre su cuerpo, su pasividad me sorprendió, extendió sus brazos resignada, como si supiera de mis intenciones criminales, cayó sobre sus rodillas. Me paralicé con la daga en mis manos, y ella altiva, desafiante se levantó, por un momento vi ese brillo de ayer en sus retinas, suspiró y murmuró:" ...una total complicidad, infinitas posibilidades y ausencia absoluta de remordimientos. Poseo todos los defectos, casi todos los posibles", no alcanzó a terminar, hundí la daga en su cuello, la sangre brotó formando serpientes sobre la blanca piel de su cuello. "Basta yaaaaaa - yo gemía -.... bastaaaa ya!", y con cada grito una y otra vez, perforaba su piel, destrozaba sus pechos, su vientre, para destruir el encantamiento, ese embrutecimiento en el que había caído, esa imbecilidad en la que sumergida había dejado de existir.

Su voz se ahogó en sangre, en su propia sangre. Ahora eres la víctima que ansiabas, de tí misma, de tus actos, de tus culpas, de tus impulsos. Deseabas infinitas posibilidades, y al final, solo tuviste una, tu destrucción premeditada. La que Solía ser y Ella ya no lloran, sus ojos nublados esconden su agradecimiento. Te voy a liberar, repetía incesantemente, como una letanía desesperada de su nombre Don Rodrigo Díaz de Vivar, como un conjuro para exorcizar su alma pecaminosa.


La abracé.
Mi niña, mi bambina tonta, tonta, tonta.
Ella sangraba, y acariciaba su sangre. Pinté sus labios carmesí, le dije que no le contaría a nadie. Que guardaría su secreto. Ella hubiese renunciado a todo por Él, a todos, a todo, por Él...
Que si algun día, él preguntaba, le diría que estabas de viaje con Alfonsina.
Que lo olvidaste, que un torbellino limpió tu memoria, que partiste a jugar con las caracolas marinas.
Duerme, mi niña.
Deja tus recuerdos esparcidos sobre esta tierra, que borrará tus dolores, los absorverá y convertirá en savia y en primavera florecerán los duraznos.

Exhaló.
Fue una brisa gélida con aroma a manzanilla y canela.

A lo lejos, un viento del norte trajo un sonido inintelegible, un susurro ...

Be without fear in the face of your enemies.
Be brave and upright that God may love thee.
Speak the truth always, even if it leads to your death.
Safeguard the helpless and do no wrong.