lunes, 28 de mayo de 2012

El ático

Fue un impulso, una corriente eléctrica desbordante, que sobrecargo mi sistema psicomotor, necesitaba subir esas escaleras, correr a refugiarme a mi espacio, ese útero acogedor que con sus murallas de madera y tejas crujían para acogerme, nutrirme, reparar mi daño irreversible. Todo estaba tal cual lo había dejado, tantas cosas clasificadas, sin guardar, sin archivar, amontonadas, dispersas, ordenadas. Voy encontrando memorias, fragmentos, trozos de mi, trozos de mi deambular por esta vida, por estos años. Fotografías decoloradas, libros miles de ellos atiborrados, cartas jamás enviadas.

Amanecer

Fue una larga noche estrellada. Desde mi ventana, rumiando mi insomnio, he podido abrazar el amanecer y ver desaparecer la luna. Me he rodeado de mis silencios, de esta soledad que luego del dolor causado, ha comenzado a reconciliarse conmigo.
He podido descubrir secretos simbolismos en mis sueños, en mis miedos, en mis tristezas.

Lluvias

Este lugar bendito que ha sido mi baluarte y mi remanso tantas noches insomnes, mi capullo fragante repleto de mis amados libros, mis arañas y la luna que me acaricia por la ventana. Este ha sido mi refugio estos años, tantos años! años! y yo aquí con el tiempo detenido, el invierno se quedó conmigo, en mi tristeza las lluvias eternas, lluvias! hermosa lluvia! una bendición que limpiaba mi rostro confundiendo mis lagrimas con las gotas del cielo, enjuagando mi rostro cansado de llorar.
Terminado el Funeral, regresé a mi ático, lucía distinto. En mis oídos a lo lejos aún las teclas del piano estaban atrapadas en aquella melodía. Me obligaba a no recordar, era una tortura, pero era mayor el dolor de estar atada al recodar. Para sobrevivir era imprescindible olvidar.

Ciclo Lunar

Estos días se han hecho cada día menos digeribles. Hay comenzado a amontonarse con amenazas de secuestro y lapidación, alternando con momentos de paz y embrutecimiento. Ya no hay prisa, no hay compromisos por cumplir. El calendario comenzó a esquebrajarse. El teléfono agotado dejó de sonar. Rara vez me acercaba a la ventana. Comenzó la desidia asociada a la metamorfosis, aquella que obligatoria toma el control de tu vida, cuando tú has perdido el control sobre ella.

Con el tiempo, las heridas no encontraron alivio ni cura, quedaron permanentemente expuestas a la infección del alma. Frente a esto, sobrevivir o resignarse. Opté por resignarme.

Cómo sería? Cómo me hubiese gustado que fuera todo?. Qué valentía hay que tener para reconocer que si las cosas hubiesen sido como yo hubiese querido finalmente la cobardía no me dejaría asumirlo con toda propiedad. Si me hubieses amado, si no me hubieses dejado ir, finalmente hubiese sido yo quién te habría abandonado. Adivinaste lo que yo no había llegado a pensar. Mientras me aferraba al encanto de descubrirte tú me mirabas reconociendo en mi sonrisa delatora la verdad oculta junto a todas mis mentiras. Tú no fuiste el cobarde, ni yo orgullosa. Tú fuiste el valiente que huyó porque reconoció antes que yo mi canallada ulterior. Nos amaríamos pero yo no cambiaría, una mujer como yo nunca lo hace. Retomaría mi esencia zigzagueante, mi arrebatos impredecibles para ser arrastrada a las incertidumbres, y tú no querrías eso, no podrías soportarlo.

Boleto de Ida y Regreso, Sólo de Ida...

Los días! Oh los días! tan inclementes ellos, tan soberbios, tan monstruosamente altivos e indolentes; transcurren sin piedad alguna, me torturan, me mancillan, se burlan de mi paciencia, menosprecian mis esperas con burlas y lisonjas. No me esperan, transcurren rápido y sin misericordia me abandonan a mi suerte; sólo en las noches alcanzo algo de paz y resignación, el silencio y la oscuridad ayudan a que mis heridas se conviertan por unas horas en cicatrices, y recuerdo, y recuerdo. Recuerdo aquellos días en que despertar era una bendición, abrir los ojos y brillar con la luz solar, cuando todo estaba dispuesto, cuando todo era una probabilidad, cuando estábamos tan lejos, que aún éramos libres porque el universo aún podía bendecirnos con la posibilidad de no encontrarnos, de nunca coincidir.
Dónde estabas? qué hacías? quién te amaba? quién te acompañaba? Estábamos lejos, desconocidos, así debimos haber permanecido, en un estado anónimo, sin encontrarnos jamás. Haber transitado por calles vacías, habernos sumergido con lágrimas y saciado en risas sin habernos rozado jamás, sin habernos perdido en nuestras pupilas, sin habernos sonreído jamás.

He aquí, mis penosos recuerdos, mis cicatrices y mis errores, todos amontonados, todos sin sentido, todos esparcidos en este caos que me rodea, que me ahoga, que me desconcierta. Algún día, seré valiente. Una de estas noches haré una hoguera alimentada con el combustible de estas melancolías corrosivas y tóxicas, con todos estos fragmentos oníricos, con promesas roídas, con mis ansias de besarte, con mis recuerdos húmedos, con todo aquello que alguna vez nos retorció el alma con suspiros, con deseos, con murmullos, con nuestros nombres, con nuestras pasiones alguna vez encendidas, y hoy tan apagadas.