lunes, 30 de marzo de 2015

Naufragio

Vengo a este lugar en puntillas, para que mi Razón no me castigue por este afán de autoagredirme. No lo entendería, se enojaría conmigo, insistiendo en que esto es agresión, que es lastimarse. No, no lo es. Se trata de mirarse al espejo sin negar las cicatrices. Abandonar esa manía de maquillar las imperfecciones de la vida, las marcas de los errores, de la terquedad, de la porfía, de la desidia.

Finalmente la vida comenzó a dar giros y tumbos. Errática me hizo perder el camino que alguna vez tracé. No sé cómo, no sé cuándo, no sé por qué. Aquí estoy, sin pretensiones de ningún tipo. Tal vez sólo agradecería un sueño eterno y profundo. Aquel que convierta mi universo en un big bounce y todo vuelva a comenzar de otra forma.

Me quedé sin motivos, me quedé sin pretextos. Aunque él sólo fuera un espejismo al menos esa irrealidad era cándida, era compañía. No tiene sentido pero nunca pretendí que así fuera. Me gustaba despertar en las noches cuando me visita el insomnio y mirar por la ventana. Imaginar que las sombras te extrañaban. Que la misma noche te arropaba. Me gustaba desdoblarme cual bruja nocturna y visitar su balcón, susurrar algún soneto sobre su oreja. No importa que no me escuchara, no importa que no fuera yo quién su cama dormitaba. Estaba tan acostumbrada a ser nadie, a ser sombra, a no existir.

El olvido duele, pero duele más recordar.
Se vuelve condena,
Se vuelve resignación cansada.

domingo, 29 de marzo de 2015

La caída infinita

El ejercicio cotidiano de vaciar el alma en pequeños fragmentos. Respirar la vida y exhalar poesía. Eso intentaba. Exorcizar el alma atormentada de tanta soledad. Esa noche aquello buscaba y me encontré con uno más solitario que yo.
Quizás eso produzca aquel choque de constelaciones, que mi pequeña galaxia simplemente desapareciera.
Luego de tantas lágrimas, de tanta espera, uno comprende -no sin titubeos y retrocesos- que debe alzar el vuelo. Que la caída libre es una opción, pero que en algún instante uno también deja de caer, porque la caída en sí misma se hace infinita.

Me inventé una compañía ficticia. Esa es la verdad. Me engañé creyendo que esperaba el regreso de alguien que nunca llegó, que nunca tampoco estuvo. ME inventé todo para poder sobrevivir a mí misma, para salvarme de una vida que iba directo a la catástrofe.

y ahora que la Verdad deambula descarada, me observa por la misma ventana en que cada noche esperaba al Templario.

Otoño Redentor

Andando por aquellas calles, inevitablemente uno tropieza con todos los recuerdos extraviados. Pareciera ser que hay momentos en los que todo confabula en nuestra contra. A este paso, sólo me puedo enamorar cuando me encuentre desprevenida, cuando vulnerable acepte que la Vida se hizo burla y cada intento terminó siendo una figura retórica, un pleonasmo, una ironía sin risas, sin comparsa.
Se me hizo tarde para demasiadas cosas. Me dí por vencida. Tuve que obligarme a partir. Tuve que secuestrarme a mí misma para dejarme ir. El tiempo me demostrará que fue un acierto, uno de los pocos. Tal vez mi memoria siempre se empeñe en traerme un recuerdo que será como volver un segundo, un instante a sus brazos.
Hice todo lo posible, incluso me aferré a los imposibles.
Intenté conservar algo de aquella porfía guardada en una memoria a prueba de razón.
Me di por vencida.

Siempre estuve.
Me obligué a quedarme en la mazmorra de mi condena.
Estaba tan cansada de buscar imposibles que me inventé algo que no era verdad

Y tal vez, alguna vez me recuerde. Tal vez alguna vez sonría por algo, tal vez algún susurro suyo llegue en forma de brisa y acaricie mis mejillas.


martes, 17 de marzo de 2015

Preámbulo para Abril

Todo en mí se hizo nostalgia. Se fue muriendo todo lo que tenía y que por años había atesorado como una tierra fértil, que ahora erosionada por la desilusión y tantas ausencias malditas. 
Hay noches en los que los nocturnos de Chopin me hacen creer por unos segundos que un pensamiento tuyo, lejano y ufano, me recorre la piel otra vez. Una caricia tan pasajera y mezquina como todas las que alguna vez me diste. Miro a mi alrededor y todo lo que tengo son recuerdos, famélicos y alicaidos recuerdos que yo nutrí durante las noches más solitarias, aquellas que aun acompañada me hacían recordarte. No tengo más que recuerdos, ésa es mi pobreza. También tengo lágrimas con las que día a día voy regando mis escasas esperanzas de verte regresar, aunque sea por segundos, aunque sea en forma de casualidad.

Fui cerrando las puertas y ventanas de esta seclusión voluntaria. Decidí permanecer en silencio, escuchando mis latidos, mi respiración y el susurro de estos recuerdos. Sé que es una pequeña existencia. No necesito más. Alguna vez te pedí algo? Alguna vez me negué? Alguna vez dejé de responder? Me hice una constante cosmológica en esta ecuación sin solución.

lunes, 16 de marzo de 2015

El Templario, el hombre que no existe...

La Casualidad

Tantas Posibilidades!
Un mundo salpicado de abanicos y mosaicos,
Un universo de infinitas probabilidades!
De incertidumbres,
De planos curvados no homogéneos!
Y ahí estabas,
En el medio de mi tiempo,
Deteniendo los abismos,
Destellando luz desde tus centros.
Ahí estabas,
Con tus geometrías de curvatura constante,
Aboliendo mis rectas limitadas, mis puntos indistinguibles
De cualquier otro,
Sólo eras tú.
El mundo perdía sus principios.
Me perdía en la incertidumbre de tus ojos oscuros,
Todo en ti absorbía la luz de mis pupilas,
Arrastrada por tu torbellino,
Arrastrada por tus palabras.

De tantas posibilidades!
El universo conspiraba en mi contra,
Y a tu favor.
Ahí estabas,
Ahí estabas mientras yo desaparecía,
Ahí estabas,
Con el universo entero a tu favor.


 El Encuentro: Noche de octubre

Titubeaba, inquieta recorría los espacios.
Desesperada acicalaba mis cabellos,
Ungía mi cuerpo en sortilegios de brujas y pasiones.
Quería brillar para él,
Capturar sus pupilas oscuras.
Sumergirme en sus pestañas
Y ser acariciada por ellas.

Ungüentos de lavandas y rosas
Jazmines oleosos y manos esmaltadas.
Colores! Texturas! Aromas!
¿Cómo iba yo a saber que sería mi extremaunción?
Mi propia mirra para la danza con la muerte.

Valles con aromas a primaveras,
Octubre sobre los árboles de la ciudad
Hermoso, hermoso templario, sitiando los muros
Aún cuando lo recuerdo, mis manos ansiosas, creen acariciarlo.

Me dejé vencer sin oponer resistencia,
Ciudad acosada caería rendida si tan sólo tu voz clamara
Mi nombre en tus labios la celada
Mi nombre en tus labios, envenenada.



 El juego del azar

Recordaré cada fragmento, cada recuerdo
Lo haré un mosaico bautizado de azucenas.
Tulipanes rojos premoniciones de mi amores,
Desde mis sábanas, desde mis horrores.
¿Dónde vamos, noche cómplice?
Beberemos cerveza, y cada palabra de sus labios
En cada brindis, yo caía en un abismo, en la celada.
En una noche estrellada, en una muerte profetizada.

Me enamoraba de una mirada,
Me enamoraba de un hombre sin saber su nombre
La música nos rodeaba, cómplices una noche,
Bautizados de brindis, cobijados.
Amaba su sombra, amaba sus labios embriagados.
De sus manos inquietas, de su abrazo.

El azar burlón carcajeaba,
se reía de mi devoción, de mis ansias.
“Ya verás –advertía al Destino- su desgracia”


El Encuentro

Caminó a mi encuentro.
Hermoso, gigante.
Repito esa imagen una y otra vez
Como una forma de tiempo detenido,
Compases en reversa.

Sus cabellos largos,
El silencio al momento de reflejarme en sus pupilas.
Mi respiración se agita,
Mi alma se perdía.
El Templario.