Durante años imaginé todos los escenarios posibles, los improbables y hasta los más terribles. No podía -y reconozco que tampoco quería- la hipotética situación de lo evidente: el Olvido comenzaba a gestarse. Soplón, cabizbajo, tímido y mordaz, hacía su aparición. Lo invoqué de tantas formas, tantas veces, tantas noches. Y ahora, hace su entrada triunfal, de la forma que jamás pude presagiar.
Por noches y noches esperé su llamada. Fui feliz cada vez que me invocó, cada vez que me recordó. El Templario escribía y yo disfrutaba su caligrafía, la semántica, cada palabra. Él nunca entendería, y sería un craso error sólo intentar explicarlo. Qué sentido tiene? Qué lógica cobija? qué razonamiento podría? Ésas impacientes serían sus preguntas. No. No lo entendería. Y una vez más yo buscaría todos los pretextos posibles, todos los contextos improbables y los haría un texto terrible.
Este hombre sólo busca un remanso para sus demonios. Un puerto, un callado.
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