domingo, 27 de septiembre de 2009

Restauración

Esta mañana desperté con la mente torcida, confundida, adormecida de sueños confusos mezclados con la luz del sol que serpenteba entre los pliegues de las cortinas. Ayer fue un día mágico, y esa magia había traspasado la realidad para adosarse en mis oníricos delirios nocturnos. Por años, lo pensé, lo imaginé, pero carecía de la determinación, de la voluntad. Ayer me levanté decidida, en mi mente estaba el motivo, la forma, el color, la sentencia, el sello. Caminé por unos pasillos abarrotados de extrañas mercancías, me dirigía a un lugar donde con destrezas de centurias grababan en la piel las marcas indelebles. Había decidido impregnar mi piel con la convicción de una vida que cerraba etapas e intentaba resignificarse en otra.

En mi mente, revoloteaban tantos fragmentos de memoria perdidas, mientras abrazaba el dolor, lo contenìa, lo tragaba junto con la amargura, junto a los retazos de olvido, de desprecio. En mi cuerpo surgìa la forma aràcnida, un tributo a la eterna tejedora, a la solitaria constructora, paciente, silenciosa. Se sellaba un pacto con mi historia, con mis herejìas. Declaraba en mi biografìa la intenciòn de redefinir mis laberintos, mis contradicciones. Asumìa mi locura.

El dolor es adictivo.
purificador,
libertad en letales dosis...

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