domingo, 5 de septiembre de 2010

Me confieso

Confieso que he robado. Robé tus fotos, y de cuando en vez como un fetiche amado, como un amuleto escondido y sagrado, las observo, las acaricio evocando tu textura, aquella que quedo adosada a mis dedos.

Confieso que en las noches abrazo mi almohada buscando protección, que duermo en posición fetal rozando mis rodillas penitentes con mis mejillas sonrojadas.

Confieso que ...despierto de madrugada, asustada, sobresaltada tras caer de un precipicio, que me pierdo en los laberintos oníricos, tal vez con la secreta esperanza de no regresar. Que a veces no sé donde estoy, que camino dormida buscando agua conuna insaciable sed permanente y sofocante.

Confieso que... me cuesta perdonar, que me cuesta desligarme de las cargas adicionales, que me cuesta olvidar, que atesoro y amontono las vivencias como fragmentos de ayer, clasificados en un estante vetusto y olvidado.

Confieso que ...a veces lloro en silencio, que me emociona un atardecer luminoso, gotas de lluvia en mi ventana, recuerdos de infancia, canciones, momentos insignificantes.

Confieso que...regreso demasiado al ayer, que busco pedazos de antes, de entonces, fósiles de un pasado que solo permanece en mi memoria.

Confieso que a menudo espero milagros, que me resisto a ceder que esto es todo, que hay algo, que siempre queda algo, que es necesario, que es preciso, que es urgente.

Confieso que disfruto de libros apolillados, que leo los pie de páginas, los epílogos y los prólogos, que a veces los coloco bajo mi oreja para escuchar sus historias, por todas las manos que han pasado, los lugares en los que han estado, las rubricas que los han marcado. Que leo casi todo lo que cae en mis manos, poemas, panfletos, decálogos, dedicatorias, fe de erratas, etiquetas, envoltorios, églogas, elegías, apologías, confesiones, recetas, instrucciones, index, etc, etc, etc...y son los etcéteras los más pervertidos y sórdidos.

Confieso que ...abro el refrigerador mil veces y lo cierro asustada.

Confieso que...mis excesos han sido voluntarios y conscientes, solo pretendo acelerar lo inevitable. No hay retroceso, no hay marcha atrás.

Confieso que...no me arrepiento, que cada decisión fue eso, una decisión, que las consecuencias las he asumido, las he sufrido, las he enfrentado.

Confieso que... no sólo perdí mi Fe, perdí mi ansias, mi sonrisa. Extravié mis bocetos, mi astrolabio, mis cartografías, mi sendero. Que perdí esa fuerza a la que recurres en las mañanas, en las noches.

Confieso que... envidio a mi prójimo, que sólo a ella la envidio más que a nadie, sólo a ella.

Confieso que...he pensado en morir, en sumergirme en ese sueño del que no hay regreso, ser bienvenida en el infierno y no retroceder.

Confieso.
Mea culpa.
Mea culpa.


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