domingo, 21 de diciembre de 2008

Acto III Con olor a galletas de jengibre...



Hoy es una mañana de esas adorables, en las que el sol matinal inflama los corazones, llevando a las personas en rebaños arreados hasta los centros comerciales y lugares públicos. Desde mi ventana, con gruesas cortinas porfiados rayos luminosos me invitan a despertar y contagiarme de esa estival alegría con matices de sociedad de consumo... no gracias. Es el último fin de semana antes de navidad, y las personas como hormigas atacadas en su nido, aceleran el paso para salvar las larvas de la destrucción total, con desesperación intentan asegurarse el último objeto adquirible a ese módico precio. Me niego a salir a mi ventana, me niego a tropezar en el tumulto, me niego a convertir en una lucha por la sobrevivencia una fecha de más de compras compulsivas.

Esta navidad me trae recuerdos...lánguidos recuerdos. El tradicional pino de navidad, decorado según los estilos de cada geografía. La cena, la familia, los regalos diversos y los villancicos. La posibilidad de volvernos nostálgicos por la vivencias pasadas y atesorar las experiencias presentes en un continuo que nos permite envejecer acarreando recuerdos con olor a vainilla y galletas de jengibre.

La navidad.... con ojos de niña pequeña, observaba que el árbol era gigante, brillante y hermoso... y que ahora es recordado como plástico, arrinconado y polvoriento. Aún puedo sentir la textura de los adornos, los relieves del pesebre de yeso, los metalizados colores destellantes en luces intermitentes...

Amaba la navidad...no por los regalos, que eran escasos o limitados a alguna necesidad urgente de compensar en los requerimientos mìnimos de la vida citidiana (zapatos, ropa u otro), amaba la navidad porque JESÚS había nacido... porque le observaba con su rostro hermoso de aria ascendencia, con sus padres orgullosos y con las reales visitas en ropajes aterciopelados. Y ese ángel, que en sus manos sostenía el aviso "In excelsus deo"... y yo... y yo ...sólo contemplaba y en mi imaginación los personajes adquirían movimiento...eran tan reales... deseaba que fueran reales, porque al menos a JESUS le habían tocado esos padres perfectos: una María abnegada, prudente, sabia y tierna y un JOSÉ trabajador, humilde, sencillo y leal.

Qué más puede necesitar un niño?...qué regalo de oro, incienso y mirra puedes necesitar cuando has sido bendecido con esos padres...??... al despegar los ojos del pesebre de yeso, miraba el entorno vetusto...mi madre ni siquiera se llamaba María... Se llamaba Diana, llena de luz divina (no precisaron qué tipo de divinidad)... sus ojos negros eran un atisbo de su oscuridad y turbulencia interna, sus arranques de locura y agresividad, sus gritos bestiales, la hermosura de sus rasgos contrastados sobre el tercipelo de su piel pàlida y su cabellera azabache...era mi madre. Recuerdo haberla espiado cuando dormía, era el ùnico momento en que podía susurrar cuánto la amaba, qué linda me parecía, que le perdonaría todo mi dolor si al despertar me amaba, que hasta mis heridas cicatrizarían si ella acariciaba mi cabeza, ...pero había que mantener cautela de no perturbarla...para no tener que huir una vez más, para no tener que esconderme rogando que no me encontrara, mientras le pedìa a Jesús que me hiciera invisible, que me ayudara a despertar porque era una pesadilla insoportable cuando apenas llegas a los 4 años, y apretaba mis ojos para tratar de despertar de este macabro sueño....pero Jesús no estaba ahí, así como nunca nació rubio ni usó ropas aterciopeladas... Mi padre?, él nunca supo, nunca entendió, nunca fue capaz de decidir alguna cosa, nunca estaba, nunca intentó comprender... Una madre atormentó por acción y el padre, por omisión....y en una escalada exponencialmente mortífera...ponzoñosa...

Y aquì estoy, soy una sobreviviente (?), con heridas de guerra, con estrés postraumático, con depresión, con melodrama, con anorexia, con compulsiones, con alucinaciones, con delirios... y con la última esperanza de abrir un presente en navidad, y encontrar a la niña que aún se esconde para no ser encontrada...pero que ya no llama a Jesús, que ya no llama a alguno, que dejó de llamar...que su voz ya no es audible...

Se hace un llamado desesperado...
A quién haya visto a una niña de largos cabellos trenzados, de piel pálida, con un vestido escosés, con el rostro desfigurado, con quemaduras provocadas, desnutrida, asustada, confundida. Tiene 4-5 años, y una cicatriz en la frente... por favor, dígale que su muñeco chicho bello está aquí, esperándola....que yo aún la espero, que no puedo partir sin ella, que la necesito, que yo sí quiero abrazarla, acariciarla...

Feliz Navidad...

Feliz Navidad... para ti, ahí donde aún te escondes...

2 comentarios:

  1. Evidentemente sufriste maltrato infantil, pero no busques más a la niña, la niña está escondida en ti misma...defiéndela, protégela, y dale el amor que necesita. Leís tu blog y siento que has buscado amor en los brazos de las personas equivocadas. Creo que ese Gran Amor deberías ser tu misma.

    Seca tus lágrimas.

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