domingo, 20 de junio de 2010

Perversiones

Hablemos honestamente. Con uno tono de voz arrogante quise detener los constantes y recursivos monólogos de siempre, aquellos repetitivos mantras de delirios filosóficos y necedades intrascendentes. Esa manía infantil de adornar semánticamente la estupidez, sí, sí, sólo se trata de estupidez contenida y aburrida. Probablemte sea su angustia de salir al exterior, de dimensionar la inercia de su microcosmos.

¿Estás dispuesta a aceptar la verdad?. Todo acabó. Eso es lo primero que debes aceptar. Sus ojos evitaron el contacto y rápidamente inmovilicé su mentón, que ya temblaba. No te quiero lastimar, susurré acercándome con suavidad a su frente que ya se cubría con sus cabellos desordenados. Sólo debes entender que no es necesario seguir en esta condición. Es urgente comenzar a avanzar. Proseguí mi discurso, ¿recuerdas esos días en que solíamos caminar sin prisa? cuando añorábamos la adultez, cuando entretejíamos historias de viajes, proyectos y amores. Cuando dormíamos plácidamente sobre la cama sin miedos absurdos, sin el nombre de nadie en nuestros labios? Recuerdas cuando sólo pensábamos en crecer, en imaginar, en crear, en reír? Cuando todo era simple, un lugar en el mundo. Fue en ese preciso instante cuando ella sonrió. Hace tanto que no veía una sonrisa, hace tanto que sobre sus retinas no se despegaba esa catarata de melancolía.

Continué hablando, ¿recuerdas aquella calle en la que caminábamos rumbo al colegio? cúal era su nombre? la que tenía los árboles con flores amarillas? ...Fue entonces cuando susurró: aromos...se llamaban aromos... Un hilo de voz ahogada por el silencio de tanto tiempo, el silencio de soportar sin emitir quejas, sin reparar en nada.
Cierto. Se llamaban aromos. La calle aquella de nuestra infancia era refrescada por la sombra de estos viejos centinelas, sus pequeñas flores amarillas expelían un olor característico cada primavera. Cierro los ojos y recuerdo, y me sumerjo en esto por unos minutos. Recuerdo esos lugares y no lugares, recuerdo sus cabellos largos y su morral aferrado a su hombro, sus libros añejos en las manos y una guitarra. Su voz era fuerte, rebelde y esperanzada...

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