domingo, 7 de noviembre de 2010




Con las manos sumergidas en mi propia humillación. Con el rostro empapado en lluvias eternas que erosionan mis límites, mis planicies, mis cimientos. Me acurrucaré un momento, dejaré de pensar en lo que no ha sido, en lo que ya consumado, cual incienso se eleva a las alturas en señal de plegaria. Dejaré de pensar, de lamentar.

Esta noche de luna creciente, espero reunir fuerzas desde mis entrañas. He deambulado errante por lagoteros lejanos e intrincados, he visto tantos rostros y expresiones, he oído tantas voces y esquivado miradas mezquinas. En todas te he buscado, pero en este instante todo este torbellino de emociones, enjambre de recuerdos, se consume entre mis manos. Todo lo de ti comienza a perder sentido, te he buscado tanto, que de tanto buscar olvidé tu rostro, el sonido de tu voz comenzó a hacerse extraño a mi oído, tu olor se desvaneció desde mis dedos, intento retener tu sabor en mis labios, pero fue hace tanto, tantas noches, tantos soles, tantas lluvias... Mi rostro escondido entre mis rodillas comienza a levantarse, mis alas surgen, se fortalecen... Aun no puedo moverme, ni siquiera la intento. Me conformo sólo con contemplar mi entorno, mi paisaje... Me pareció escucharla, cantaba una canción con la misma voz de esos tiempos...

La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes
los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí
ni el recuerdo los puede salvar...


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