lunes, 28 de mayo de 2012

Terminado el Funeral, regresé a mi ático, lucía distinto. En mis oídos a lo lejos aún las teclas del piano estaban atrapadas en aquella melodía. Me obligaba a no recordar, era una tortura, pero era mayor el dolor de estar atada al recodar. Para sobrevivir era imprescindible olvidar.

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