jueves, 11 de octubre de 2012

Magdalena...

Fue inevitable. El tiempo no fue el culpable, tampoco las intenciones, ni la inercia, ni las esperanzas. Simplemente, las cosas tomaron su rumbo, la fuerza gravitacional verdadera arquitecta de nuestros universos, de nuestros destinos.
Ya no siento pena, ni soledad, ni tristeza. Dejé de creer, dejé de dormir. Obsesionada por los detalles de un momento que afanada en una porfía quise convertir en una eternidad. Tal vez lo logré, te hice inmortal sin pretenderlo, sin saber, sin sospechar que esta inmortalidad implicaría mi necrosis emocional.

No sé por qué testaruda me aferré a un recuerdo, eras uno más, pero por alguna razón que intento descubrir, te convertí en el único. Me encadené a una espera que sabía inútil, que sabía absurda, siempre supe que no volverías. Pero quise enamorarme del único hombre que me miraba con desprecio. Tal vez era mi forma flagelante de purificar mis pecados, tal vez quería convertirme en Penélope y esperar que el tiempo se encargara de mis pecados, de todas mis transgresiones. Amar a un hombre que no existía, que inventé a partir de sus palabras. Obsesionarme con unos detalles insignificantes, y convertirlos en tesoros. Convertirlo en mi Caballero Andante, imaginarlo siempre desde lejos, y yo sólo una Magdalena.

No me avergüenza ser quién fui, tampoco en quién me convertí. Hay noches en que lo imagino antes, antes de todo. Lo imagino si nos hubiésemos encontrado cuando aún no existían todas aquellas cosas que luego nos separaron. Fantaseaba si hubiésemos sido amigos,  cómplices, vecinos. Si nos hubiésemos conocido en algún bar, en un café. Si nunca hubiese sido estúpidamente sincera, si te hubiese enamorado de mí mientras cantaba con mi guitarra, mientras era quién fui alguna vez. 

Desde ahora dejaré tu recuerdo en este lugar, como si fuese este espacio oscuro tu tumba. Imaginaré que alguna mujer te adora, que duerme y te sueña, y que tú la amas a ella. Imaginaré que a veces recuerdas mis versos y te preguntarás qué fue de mi alocada existencia. Este lugar no es tu tumba, es la mía.

Cada vez que paso por ese Hotel, miro aquella ventana de la habitación N°2, mi sombra quedó atrapada en los cristales.

1 comentario:

  1. Mi dulce Alhelí, tus letras laceran mí alma cansada de esperar ...

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