viernes, 5 de agosto de 2011

Fragmentos de ayer...

La existencia de una manta acogedora se transforma en una mortaja mortuoria. Cada una de mis sonrisas se deslavaron de felicidad y opacadas eclipsaron mis noches eternas. Dejé de fumar, la Muerte y el Insomnio, -cómplices adictos- se habían fumado uno a uno todos mis cigarrillos. Los sorprendí in fraganti, con sus rostros hilarantes y desvergonzados buscando las botellas de Ron - que escondidas - evitaban el colpaso bohemio y taciturno, aquellos momentos impulsivos. Este robo había evidenciado mi soledad. Fumar al menos me permitía compartir las bocanas con mis monólogos. De esta manera, la guitarra había ganado interés frente a la ausencia de nicotina. Sus cuerdas generaban una vibración envolvente, provocando ráfagas de recuerdos, imágenes casi olvidadas, aromas de recuerdos. 

Fue una locura. Esa noche en mis delirios compulsivos terminé limpiando mi refugio mundano, mi escondite. De este modo, y con total frenesí, comencé fregando las murallas, los muebles, los rincones, las puertas, las ventanas. Como esparciendo amnesia, como dominada por un brote esquizofrénico deliraba por borrar el pasado, depurar la memoria, invocar el olvido. ¿Cómo logras finalmente olvidar?, si te has afanado una y otra vez repasado cada escena mental? cuando al olfatear tus manos aún están impregnadas de ayer? cuando todavía quedan tesoros esparcidos en la playa de mi naufragio, cuando aún el brillo de tus ojos destella en la oscuridad absoluta de mis cavernas.

Después de la rendición total inicié la torpe sentencia de imponer el Olvido. Todo se volvió sedición.

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