lunes, 20 de diciembre de 2010

Mis más absurdas palabras...

...una total complicidad, infinitas posibilidades y ausencia absoluta de remordimientos.

... poseo todos los defectos, casi todos los posibles.

 Valoro la capacidad reflexiva...un buen café y un sórdido sentido del humor.

Me he enamorado tantas veces, tantas y demasiadas veces, y el proceso de desamor ha sido inversamente proporcional a cada una de ellas. Cuando comencé este blog sangraba a mares, lloraba a borbotones y había caido en un patético y anémico estado de tristeza a raíz del abandono de quién consideraba la persona más importante que había pasado por mi vida.  No me arrepiento ni trataré de justificar el estado de imbecilidad en el que me sumergí, creo que si bien, la dignidad se vio gravemente disminuida, la experiencia de alguna manera -que aun trato de resignificar- permitió avanzar a otros estados de imbecilidad mayor o leves atisbos de lucidez y racionalidad. No puedo intentar justificar ni modificar lo que ciertamente fue una vivencia de engaño y autoengaño. Me arriesgué por la persona que me fascinó de una manera que no había conocido, la idealización de todas las formas de contacto, siendo éstas eróticas, sensuales, sentitivas y cognitivas, amar de una manera ingenua, quijotesca, absurda, apasionada, visceral, bestial y total. Luego, me quedo con el inmenso vacío que dejó su ausencia repentina. Creo que enloquecí de no tener certezas, de sus regresos súbitos y sus predecibles retrocesos, de pasar del odio al dolor en las entrañas, de no saber quién es el culpable, si él o yo, si ambos, si ninguno. Pronunciar su nombre y sentir aún el sabor de sus labios, y al mismo tiempo, el ácido que corroe los sentimientos aun atesorados en el recuerdo.
Amé sus palabras, su voz, su imagen, su mundo, su poesía. Lo amé por años, lo atesoré como mi más preciado sueño, aunque se volvió mi pesadilla, mi verdugo, guardaba aun un duelo por él. Finalmente, cambió su número, no supe más de él, desapareció de la misma forma que hacia siglos lo hice yo. Hubo un momento en que pensé que todo había sido una vendetta, un juego macabro de un ego herido y vengativo.
Un día volvió a aparecer, y la estupidez - lo único infinito en el universo-, me hizo esbozar una sonrisa una vez más y seguir cada una de sus instrucciones.  Me invitó a visitar su mundo, su oscuro y lúgubre mundo, qué hacía yo ahí? qué intentaba yo demostrar? demostrarle? demostrarme?...
Un verso de Neruda retumbó en mis oidos: Nosotros los de antes ya no somos los mismos...
Miré sus cabellos, sus fotografías, sus sonrisas...
"No es Usted a quién yo espero..." y tomé mi bolso de piel marrón, con mis zapatos de tacón y mi vestido de domingo y me alejé de él.


No hay comentarios:

Publicar un comentario