miércoles, 15 de diciembre de 2010

Gotas en su Espalda

Lo ví llegar y por una fracción de segundo el ruido del lugar pareció desaparecer, caminó y esbozó una sonrisa, ése fue el primer regalo. La noche transcurría entre jolgorios y brindis. Titubeaba, no sabía que en podía terminar o comenzar aquel encuentro pactado. Bebíamos bajo la sombra de un limonero en una terraza. La gente entraba y salía de aquel caserón colonial que otrora majestuoso hoy albergaba a cientos de sedientos de compañía y cerveza. Yo permanecía quieta, concentrada en el fondo del vaso, intentando evitar el contacto visual directo. Seguía pensando en su sonrisa, y en ese momento, él volvía a sonreir como adivinando mis pensamientos. Trataba de concentrarme en el fondo del vaso una y otra vez, pero como un juego macabro su sonrisa me desconcentraba para terminar en el fondo de sus ojos oscuros. Dónde vamos ahora? Al salir del lugar una brisa primaveral nos envolvió por unos minutos, pero al parecer, no fue suficiente para enfriar nuestras intenciones; comenzamos a caminar buscando un rumbo que sin palabras ciertamente habíamos acordado en un lenguaje corporal.

Ya nos conocíamos, al menos habíamos reconocido nuestros rostros. No era un extraño del todo, aunque lo recordaba diferente, más niño menos hombre. La verdad yo no sabía qué estaba haciendo, creo que en algún momento quise poner marcha atrás, pero esa sonrisa de alguna manera, de alguna misteriosa manera, me hipnotizaba generando una sensación de paz que hace mucho no sentía.

Abrí la puerta de mi refugio y lo invité a entrar. El quería ser bienvenido, yo aún dudaba de si él realmente quería estar ahí. Por qué me enredaba tanto? acaso las heridas nunca cicatrizan? Acaso no podía dejar atrás los recuerdos ? Olvidar y ya!... El se sentó en mi cama, se adueñó del espacio con una simpleza de niño... y nuevamente su sonrisa. Fue ahí cuando simplemente me dejé hipnotizar. Su cuerpo había sido tallado parte por parte y su piel tenía un sabor a frutas dulces. Mirarlo, el simple acto de mirarlo generaba una agradable sensación.

Desde hacía varios minutos me observaba sin prisa alguna, como un depredador tan seguro de su zarpazo que con la sola mirada provocaba un estado de no-reacción en la presa. Con mis pestañas casi podía acariciarlo, miraba cada detalle de su cuerpo, de un hermoso cuerpo, tragando en silencio la saliva generada por el apetito incontenible. Su piel tersa, fresca reaccionaba con su sutiles movimientos frente a las caricias. Él sigiloso y prudente, se tomaba también su tiempo, jugaba con las reglas y los límites, no se avalanzaba, no se precipitaba, en un afán de control, de intentar establecer jerarquía. Era una danza entre dos seudo-desconocidos dispuestos a explorarse, sin culpas, sin ofensas, sin restricciones. El efecto contraluz permitía que mi mente llenara los espacios nebulosos y al mismo tiempo, provoca la definición de los bordes, de sus ribetes. Mis manos se convertían en un pincel y una espátula simultáneamente, pero las frenaba, acortaba mis movimientos, con un objetivo en mente, el que fuesen por ahora mis ojos los que se saciaran de placer, mis manos deberían esperar. Su espalda salpicada de gotas de agua que parecían evaporarse con la temperatura de nuestros cuerpos, una transferencia mutua de calor entre ambos desafiando la termodinámica. Observaba cada gota dispersa sobre sus caderas, sobre sus costillas, sobre su columna, casi podía apreciar el brillo de la escasa luz convertida en pequeños fotones caprichosos e impredecibles. Podría perderme en su mirada? podría disfrutar de ese momento convirtiéndolo en un instante eterno? podría retener su sabor antes de lamer su piel? podría calmar mi sed sin beber de él?.

Su cuerpo tendido en mi cama invitaba a fusionarme en un amasijo de caricias, pero yo quería seguir disfrutando de su paisaje, de sus relieves, texturas, mesetas y acantilados. Su hermosa geografía, me hacía olvidar naufragios pasados. Se acercó casi leyendo mi mente y en silencio provocó una tormenta de besos que arremolinaron mis deseos. Su abrazo su un oleaje, mis manos tomaban la forma de una corriente superficial, mientras las suyas provocan un desplazamiento en masa hasta una profundidad considerable, una profundidad expectante que esperaba por él. Su aliento un huracán de sabor dulce y adictivo, empujaba las velas de mi galeón para encallar en sus caderas arrecifes y apreciar los corales de sus muslos. Quería naufragar, no deseaba nadar en contra de la corriente, quise flotar sostenida por la marea de su fuerza, de su ternura y así me dejé ir, abrazándome a su espalda, aquella que ahora petrificada me sostenía en un vaivén embriagador.

Hubiese dormido en su regazo, su respiración se había convertido en un remanso. Aquella noche hubiese podido soñar aferrada a su pecho.

6 comentarios:

  1. Buenisimo lo llegue a imaginar gracias :-P por el regalito :D

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  2. Es un buen personaje aquel de las gotas en la espalda hay mas historias de el?......

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  3. mmm...depende de si él quiere más historias...

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  4. Me encanto y me trae varios recuerdos

    Tu amigo
    Apolo

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  5. Apolo?? Apolo, Apolo?...mmm....Apolo? el hermano de Artemisa? el del Oráculo?...mm...amigo mío?? oooops...

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