viernes, 16 de diciembre de 2011

La sentencia de sus labios

Esa noche me alegré de verle regresar, pero él notó la tristeza en las pupilas de Ella. Le preguntó por la razón de su tristeza, Ella mintió, confesó la mala ocurrencia de mezclar los nocturnos de Chopin con los versos de E. Allan Poe.  Este afán de mantenerse aferrado a su recuerdo comenzaba a ser una larga tortura sin sentido, comenzaba a gestarse el agotamiento dando paso a la desesperanza. Nada peor que la desesperanza, la resignación de dejarse morir, de evitar seguir en esta lucha, en este afán. Sabía que este regreso sería otro más condicionado a sus caprichos, un aparecer para luego huir, migajas para un hambriento deseo forzado a no esperar nada, no exigir nada.

Estaba ebrio, comenzó a relatar lo que había pensado esa noche que tanto yo veneraba, aquella noche de octubre en mi mente capturada. Recordó los detalles, los atuendos, los diálogos. Fue en ese momento en que recibí la primera estocada: "miraba tus libros añosos, esos libros vetustos que esa noche llevabas entre tus manos". Así fue. Esa noche encontré un vendedor ambulante deshaciéndose de esos tesoros, uno de ellos era un texto  impreso en  Alemania en 1875, en perfectas condiciones, con hermosos grabados. Me sentía como un pirata exhibiendo su botín. Como una niña feliz, sin darme cuenta de los nubarrones amenazantes, la tormenta que se avecinaba. Con su orgulloso talante agregó: "miraba tus libros y mientras hablabas radiante de tu tesoro, pensaba en cuántas manos habían sostenido ese libro, hojeado esas páginas, cuántas manos! cuántas historias! al igual que tú, tan parecidos tus libros y tú". No esperaba esa sentencia de muerte. Mi respiración comenzó a acelerarse. Semidesnuda no podía cubrir mi cuerpo de mi vergüenza. Su crueldad, nunca la imaginé tan despiadada, tan temible, tan destructiva.

Nada pude contestar.Sus palabras sentenciaron la Verdad, ésa que siempre sospeché; yo prefería la incertidumbre intermitente al dolor provocado por la certeza final...Versos tristes... Versos moribundos. Esta noche estoy enmudecida...mis versos afónicos resbalosos entre lágrimas y ecos torturantes... Esta noche muere toda la poesía con tu nombre atado a mis versos... 


Esta noche he muerto con tus palabras. Ahora comprendía su distancia, sus excusas, sus evasivas. Desde su posición, desde su orgullo yo... yo era...yo soy... yo no podía ser, yo nunca sería...

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