viernes, 9 de diciembre de 2011

Sin cómplices...

Tantas veces he prometido que hay esfuerzos que no emprenderé, que he perdido la cuenta . Prometí evitar los riesgos ya advertidos, pero aún así, una y otra vez, como una fuerza gravitacional imposible de eludir, caigo en tus trampas, me enredo en tus embustes, que necesito creer, como si ya no quedara nada a qué aferrarse.

Probablemente la soledad de mi paisaje, la tristeza de estos días nublados, facilite esta obsesión por mantener tu recuerdo. Como un ritual de recordarte, para no perder el rumbo, para constatar que alguna vez mis sueños se hicieron reales, que tenían forma corpórea, que habitaban el cuerpo carnal, que tenías nombre, voz y piel, aroma y textura, palabras e historia.

No eres tú, me niego a que seas tú. No eres tú a quién recuerdo, recuerdo lo que provocabas, recuerdo palabras hilvanadas como sonetos, tus metáforas. No te recuerdo, sino la pasión contenida y desbordada que nos arrojaba al abismo de nuestras ansias. Recuerdo lo que deseaba, las ansias de estar ahí, la última vez en que deseé que el tiempo detenido y el espacio condensado. La última vez que odié el amanecer, la última vez que anhelé el momento no terminara.

Ahora ya no me afano. Ahora ya no escucho, cada nombre es pasajero y cada momento es pasado, aunque esté transcurriendo. Ahora, ya no me esfuerzo en escuchar, ni en acariciar, ni en entregar más de lo necesario. Ahora me alejo antes de acercarme, ahora abandono el lugar de los hechos antes de perpetrar el delito, ya no tengo cómplices, ya ni siquiera los busco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario