domingo, 18 de diciembre de 2011

Rumbo Trazado...

Yo no buscaba, sólo transitaba por aquellos escarpados rincones de mi travesía. Hacía un tiempo que había emprendido este trayecto buscando tesoros, buscando aventuras huyendo de una realidad que me parecía mezquina. Nunca imaginé que estarías entre tantas posibilidades. Nunca imaginé que serías tú quién terminaría siendo la razón de mi desgracia y la consecuencia de mi presunta muerte.
Los días eran simples acontecimientos sucesivos y arrogantes, se transcurrían ordenados en series predecibles, los eventos fortuitos eran amados combatientes de guerras perdidas que regresaban ilesos. Yo no ansiaba nada, había perdido las ganas de vivir, de asombrarme, de amar, de desear. Había caido en una búsqueda sin fuerzas, en una búsqueda sin metas, sin intenciones ni objetivos.
Me embarqué en un puerto alicaido y vestusto. Zarpé una mañana en un navío sin nombre, dispuesta a cruzar mares y conocer tierras desconocidas. La tierra prometida no era mi destino, quería conocer los confines no conocidos, el fin de mundo, mi propia odisea. Mi singladura no era conocida, incierta y flamante. Cada día, cada noche era calculada por mi brújula caótica, mi Norte estaba extraviado, y eso me hizo vurlnerable.
Después de tantos naufragios y espejismos, regreso a mi puerto. En la piel y en el alma bregaduras que me recuerdan las travesías de mi desenfreno, de tanta pasión, de tantas noches sin luna. Hoy regreso con las velas henchidas, con el rumbo trazado. Regreso a mí. Regreso en mi búsqueda. Regreso donde me dejé esperando.
Traigo botines de guerra, traigo recuerdos de tabernas y batallas, de brindis y amistad; baules de tesoros, y la cicatriz de tu recuerdo.

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